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Cenicientos 2015, un gran petardo.

GÉMINY GALLARDO.
Cenicientos ha sido este año la viva imagen de la desolación y la decadencia de la Fiesta Brava. A pesar de ser la feria más cara de la historia de este pueblo,  los responsables solo han buscado en la Fiesta la ganancia fácil, sin proyecto de futuro ni respeto alguno para el aficionado.
Vergonzoso y patético lo que ha ocurrido en la feria taurina de Cenicientos. Auténtico atentado a la fiesta de los toros, que durante  más de cuarto de siglo ha sido mantenida por los principios de la verdad y la pureza de sus toros.
Casi todos los días, tres cuartos de entrada hemos consentido como una serie de mangantes han proclamado abiertamente su nuevo modelo de tauromaquia, con escuálidos animales de infame trapío y saltos a su antojo del reglamento taurino, que aunque no lo sepan está para cumplirlo.
Saldo ganadero el de este año. Se han lidiado toros impresentables y con serios indicios de manipulación fraudulenta de las astas.
Los aficionados comenzaron a alzar la voz al final de la feria, pero ya era tarde. Cada una de las tardes hubiese merecido una bronca monumental al empresario y a quienes eligen el ganado.
Cenicientos ha bajado su nivel escandalosamente. El llamado toro de Cenicientos no ha existido. Se ha ido al carajo esta feria.
Los organizadores y voceros de la feria que a duras penas distingue un natural de una chicuelina, van a echar a los buenos aficionados de la plaza. En mi caso, dudo si iré el año que viene. Este año acudí a la feria, pero debí quedarme en Francia, ajeno a esta miserable imitación de las corridas de toros.
A mí que no me esperen. Los que aguanten este lamentable espectáculo que sigan enchufados a Cenicientos.
 

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